SUEÑOS DE NIÑEZ

LAS MIL Y UNAS CANCHAS EN DONDE JUGÁBAMOS CUANDO ÉRAMOS NIÑOS


Por: El Poeta de la Zurda


Uno de niño y más si gustaba del más popular de los deportes, debía ingeniárselas para jugar a la pelota, aún de manera simbólica y me atrevo a decir que más de uno pasamos por tal situación, cuando éramos niños y nuestros padres nos cuidaban con un tesoro preciado y mucho menos podíamos salir a jugar al patio a la hora se la siesta, porque siempre había una vecina enojona, esas que siempre existen en los barrios y que ponían el grito en el cielo y si el reto de tu vieja no te hacía entrar en razones , existían otras fórmulas (cintos, chancletas) que te lo hacían entender y después no podías jugar con tus amigos porque quedas un poco lesionado y no podías arriesgar agrandar esa lesión. ¡¡¡¡ Claro eran otros tiempos!!!!! 




Tuvimos uno y mil estadios, éramos unos privilegiados, al fondo de casa había un arco con postes, travesaño y la red era ese alambre entrecruzado duro que se usaban para cercar terrenos, pero claro, la siesta era sagrada, entonces no podías salir a “patear” afuera porque por ahí metías un sablazo a lo Medina Bello y Chau al patio de la vecina y la pelota no volvía más por un par de días, y vaya que "extrañabas a la gordita preciosa" y si te la devolvían, después agarraban el teléfono se le quejaban a tu “javie” y chauuuuu” te la escondían por un buen tiempo.


Entonces como dije anteriormente había que utilizar la imaginación y no era que uno se mudara de cancha por crecimiento demográfico y todas esas cosas de hoy en día, para nosotros niños inocentes que creíamos que la vida era color de rosa y creíamos en los reyes magos y les dejábamos agua, pastito para los camellos, y hasta una cartita. Más que mudarse de canchita, era como si tuviéramos un gran complejo deportivo, veamos algunas opciones que uno usaba cuando uno era chiquito, porque a veces y más en estos tiempos es bueno viajar en la imaginación y entrar en la máquina del tiempo y volver al pasado. 


La mesa en donde se almorzaba, había que limpiarla, entonces uno se esmeraba y le pasaba bien el trapo húmedo con detergente y luego , le volvía a pasar el trapo para que la mesa quedará lisita y había dos formas de parar los equipos, uno eran las figuritas de viejos jugadores que venían dobles con una base y formábamos dos equipos de once, los arcos los hacíamos con cajitas, los jugadores los distribuíamos en lo largo del campo que lógicamente con las fibras del colegio tenía delimitada sus líneas, hasta el círculo central y las áreas y lo jugábamos con uno botón grande de esos negros de esos sacos de empresas y cada uno tenía tres toques, demás está decir que: el botón era la pelota, que cada uno tenía tres toques y que si la pelota quedaba a mitad entre un defensor y un delantero a la vieja ultranza del juego de la bolita, pasábamos nuestras palmas de la mano por la mesa con los dedos bien juntos y allí el que quedaba más cerca tenía el último disparo. 


Hay que aclarar que con un a lapicera ya sea con la parte de atrás, o con la de adelante sin el tanque eran las piernas de los jugadores y había que ser inteligentes para hacer pases precisos y después rematabas con toda la bronca y a veces con tan mala suerte que pisabas (apretabas) mucho el botón con la punta de la lapicera y te parecías al Higuaín de hoy cuando de cara al arco la tiraba por el travesaño imaginario que teníamos. Pero lo más lindo era cuando armábamos los equipos con las tapitas de gaseosas de la línea Crush que tenía los dibujitos del pato Donald, de sus sobrinos, de Tribilin, de Mickey, pero si ni diferencia hacíamos porque completábamos el equipo con Daysi, con Minnie, la cosa era tener once contra once. 


Ni que hablar cuando dejábamos charcos de agua dentro de la (Cancha) mesa, que hoy me doy cuenta que era de tierra pura, porque era toda de color marrón, ahí ni contábamos, el que tenía más coraje le pegaba con todo con tal de ganar un tiro más y mojar todo a tu contrincante. 


De a poquito íbamos creciendo de escenario, nos imaginábamos que nuestros socios querían mejoras en el estadio y entonces le pedíamos al verdulero, el cajón ese de madera, que ahora de grandes quebramos para hacer asados, entonces lo limabas bien, ahí si lo pintabas de verde, y cada jugador era un redondel, que hacías con un compás, a un equipo lo pintabas de rojo y le hacías los números respectivos de negro y al otro de Azul y le hacías los números amarillos, siempre con la misma pelota (Botón), a veces más pequeño para que se desplazara con mayor rapidez. Ya ahí la cosa cambiaba, porque había dos formas de hacer los arcos, una con clavos y los cruzabas con elásticos entonces la pelota (el botón) debía pasar todo el elástico para que sea gol sino era una gran atajada de tu arquero, o si no lo hacías con madera terciada, los arcos especie de cajas porque tenías travesaño (parecía más que nada una especie de toldo). 


Después claro, uno ganaba y ese público imaginabas quería más comodidades, entonces me crearon un cajón grande, bajito, me pintaron los laterales del cajón naranja, el campo de juego amarillo y los jugadores (redondel realizados con compas para que queden parejitos) los equipos rojos y azules con números prolijitos y ese estadio era como el Maracaná, como el Viejo Gasómetro, Como la Bombonera, como el estadio de River, era el mejor del barrio, diría que hasta de la ciudad, jugábamos por tiempo, a diferencia de goles ( por ejemplo el que sacaba dos de diferencia ganaba) y sino penales directos, había que saber tirar solamente , si hasta tiros de esquina tenía esa cancha, y lo más hermoso de todos era que cada uno le ponía nombres de jugadores de turno, de la época, a su equipo y para el otro torneo hacíamos transferencias y demás, eran horas y horas, en invierno dentro de casa o en la pieza, y en primavera o verano en una mesa que teníamos en el patio bajo el parral, cuando las hojas de las parras caían, simulábamos que eran los papelitos que tiraba la hinchada y uno ya hacía de relator. 


Eran épocas hermosas, de la pureza del niño, por eso cuando empecé a crecer y a escuchar a Facundo Cabral, entendí realmente la frase “No crezca mi niño, no crezca jamás, los grandes al mundo le hacen mucho mal, el hombre ambiciona cada día más y pierde el camino por querer volar, vuele bajo, porque abajo está la verdad, esto es algo que los hombre no aprenden jamás. Un día la cancha desapareció, y entonces, aún en litigio, con el tiempo empecé a sacar conclusiones, quizá las notas en la escuela, quizá algún mal dirigente (viejos) que me llevó a la quiebra del estadio o quizá el paso del tiempo lo terminó deteriorando. 


Pero ¿quién me saca los partidos jugados, después llegó el metegol, volver a utilizar la cancha de atrás del patio de casa y ya más grande el cabeza a cabeza con el vecino en la vereda (pobres rosas) y ya con el secundario sobre las espaldas las cancha de once a pocas cuadras de casa. Pero uno no tiene que olvidarse de los orígenes, porque quien lo hace se olvida de sus raíces y reniega de la historia y entonces siempre está presente en mí, esos grandes momentos vividos cuando creía que el mundo era color de rosa y luego de Facundo Cabral, el aire traía el eco de Vicentico: Los caminos de la vida No son lo que yo pensaba No son lo que yo creía No son lo que imaginaba Los caminos de la vida Son muy difíciles de andarlos Difícil de caminarlos Y no encuentro la salida. 


Empecé a entender que a vida cambiaba y era otra totalmente diferente.


¿La localía? Era lo más sencillo, Par o Nones, Pan o Queso o Piedra, Papel Tijera, ahí era donde realmente empezaban a cocinarse los partidos y por ahí se armaba cada trifulca que ni te cuento. 


Es que tenías que tener dirigentes de peso sino eras "pan comido". Y no me jodan con los sistemas y lo demás, el ÚNICO ERA EL 4-3-3 y a solo había que dar espectáculo, era saber manejar el balón y la lapicera. 


 Otros tiempos, recuerdos de infancia, ¿quién no los jugó alguna vez? 




DIA: 14/11/2019 
HORA: 07.44

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